¿Qué hizo el ex presidente Alberto Fujimori Fujimori por el Cine Peruano ?

Período 1990 – 2000:

1990: Sobreviviendo a la Crisis.

Comencemos por la mala noticia , que parece formar parte de la tradición de diciembre: El año pasado, los cineastas peruanos tuvieron que salir a las calles para que el parlamento discutiera la Ley de Cine, la que sólo fue aprobada en Diputados , quedando estancada en el Senado. Esta vez comienzan el año con un golpe mortal, proveniente también del Parlamento : Se ha disminuido el monto del impuesto a los espectáculos , con lo que el cortometraje pasa de recibir 2.5% en lugar del 25% lo que equivale a una sentencia de muerte. El largo, a su vez, pierde casi el 10%.


Este es un hecho lamentable , pues significará la extinción del corto, que deja de poder recuperar gastos. Desaparece así la escuela más regular de formación de cineastas, a la vez que esos 10 minutos de imágenes peruanas al comienzo de cada programa que eran el contrapeso a una abrumadora cantidad de imágenes extranjeras.Por su lado el largo, ya de recuperación difícil en nuestro pequeño mercado, ve su taquilla amputada en 10% . De un plumazo, y con irresponsable desidia, nuestros legisladores están destruyendo 20 años de esfuerzos por contar con una cinematografía propia. Lo peor es que no sabemos a qué solución pueda llegarse , pues la ley ya está promulgada y publicada.


Esto ocurre en un año en que los cineastas nacionales, venciendo enormes dificultades, habían logrado estrenar 05 largometrajes (superando los 2 ó 3 que suele ser el promedio anual). De estos cinco, dos fueron documentales : Chabuca Granda, confidencias , marco un aceptable debut de la realizadora Martha Luna, y Lima 451, de Rafael Zalvidea ( que se estrenó luego de 2 años) fue una mezcla astuta de ficción y documental, en una fórmula que no evitó el agotamiento. 

De los tres largos de ficción hubo uno malo : La Manzanita del Diablo, desastrosa incursión de Federico García en el terreno de la comedia; otro regular, y con buenos apuntes en su primera mitad: Ni con Dios ni con el Diablo , cinta de debut del realizador Nilo Pereira; el tercero del que hemos hablado en un par de ocasiones , es uno de los mejores trabajos de corta historia de nuestro cine y el mejor de su realizador Francisco Lombardi, se trata de “Caídos del Cielo” , que obtuvo premios en Montreal , Biarritz y Nantes y fue visto por un cuarto de millón de espectadores en Lima. Un éxito para los tiempos que corren. 

En el terreno del corto, ( que este año agrupo lo mejor de su producción en un festival ) hay que destacar Canción para un cine Cerrado, de Nelson García Miranda, los “Retratos de sobrevivencia” del Grupo Chasqui (aunque la fórmula está llegando a hacerse reiterativa) y los trabajos de cortometrajistas como Emilio Moscoso, Juan Carlos Torrico, Francisco Adrianzén y algunos otros, que practican el género con solvencia y oficio. 

1991: El año comenzó con una mala noticia : En la ley de presupuesto se había disminuido el monto del impuesto a los espectáculos sin tomar en cuenta al cine peruano. Así, el corto pasaba a recibir 2.5% en lugar del 25% y el largo perdía casi el 10% de lo que recaudaba.Aunque el año estuvo marcado por la lucha de los cineastas por retornar las cosas a su sitio, no lo consiguieron. Actualmente en el Senado, además de la empantanada Ley General de Cine, se encuentra un proyecto del senador Diez Canseco que busca que el corto recaude 7.5% de la tributación, lo que sería algo, pero no ha conseguido ser puesto en orden del día.

Este hecho lamentable significa a la larga la extinción de la producción de cortos (ya muy afectada por la crisis) , que se ve imposibilitada de recuperar gastos. Desaparece así la escuela más regular de formación de cineastas y técnicos , a la vez qu esos 10 minutos de imágenes peruanas al comienzo de cada programa, ,único contrapeso a la abrumadora cantidad de imágenes foráneas que invaden los cines. 

Por el lado del largo, perder 10% del total de taquilla no es poco en nuestro pequeño mercado. A menos que nuestros legisladores reviertan esta situación se estará destruyendo 20 años de esfuerzos por contar con una cinematografía propia , un lujo que el país no puede permitirse. Tal vez por ello la producción de largos está paralizada (aunque se anuncian proyectos de Lombardi, Llosa y Tamayo, y otro de Bonilla está en curso) y sólo ha habido un estreno en todo el año, la cinta “Alias, la Gringa” de Alberto Durant, la que sin convencer del todo a la crítica se convirtió en un gran éxito de taquilla, siendo vista en Lima por más de 150 mil espectadores. 

La necesidad de presentar pruebas de la existencia de nuestro cine llevó a adelantar este año la realización del 5° Festival Nacional de Cortometrajes (que es normalmente un certamen bianual). Se presentaron poco más de una veintena de trabajos, siendo el gran triunfador Aldo Salvini en el terreno de la ficción. En el documental hubo trabajos solventes de Edgardo Guerra (su corto sobre el poeta Verástegui), pero ninguna gran sorpresa. 

El cine nacional vive su tiempo de espera . Este año cumple 20 años de vigencia de la Ley 19327, que ha cumplido largamente su ciclo y necesita ser reemplazada. Si nuestros senadores no toman conciencia de esta necesidad, seguiremos al ritmo de uno o dos largos al año por mucho tiempo. Y sería una lástima, porque el cine peruano ha ganado su lucha por hacerse de un público. 

1992: Muerte del Cine Peruano: 

El cine peruano recibió su definitivo golpe de muerte por parte del fundamentalismo neoliberal que nos gobierna, al liquidarse los incentivos de la ley de cine. Antes de que esto ocurriera se había logrado estrenar un largo: “Nunca más lo juro” de Roberto Bonilla, mientras las cada vez más desiertas – y en disminución – salas limeñas dejaban ver, como por azar, un puñado de buenas películas, incrementado gracias a la tenaz labor de la Filmoteca de Lima, El Cinematógrafo (Cine club en el distrito de Barranco) y unas pocas instituciones culturales. 

El año, sin embargo, comenzó con una buena noticia. Con ayuda de algunos parlamentarios consientes de la necesidad de que exista un cine nacional, se logró corregir el dispositivo presupuestal que había disminuido el monto del impuesto a los espectáculos, con lo cual el cortometraje recuperó el 7.5% del 10% que antes recaudaba y volvió ser rentable. Por desgracia, los intentos para lograr que el Senado aprobara la nueva ley de cinematografía se paralizaron luego del golpe del 5 de abril de 1992, cuando ya se había logrado los dictámenes favorables de las comisiones respectivas y sólo se aguardaba la discusión del proyecto por el pleno. 

De modo que el cine nacional celebró sus 20 años de existencia regido por la antigua ley 19327, pese a que todos están de acuerdo en que hace rato cumplió con sus objetivos y es necesario reemplazarla. De todos modos, la recuperación de sus ingresos hizo que se registrara un breve incremento de la producción de cortos y también de largos, de los que se logró culminar el rodaje de tres este año (la cifra más alta en un buen tiempo): Asia, de Juan Carlos Torrico, Todos somos estrellas, de Luis Felipe Degregori, y Reportaje a la muerte, de Danny Gavidia. Al mismo tiempo otros 3 largos de años anteriores lograron quedar listos para su estreno: La lengua de los zorros, de Federico García, Antuca, de María Barea y la polémica La Vida es una sola, de Marianne Eyde, que logró superar dificultades momentáneas con COPROCI y recibir el correspondiente certificado de exhibición. 

Se ignora lo que sucederá ahora con estos 6 largos en lista de espera y si es que algún otro vendrá. La derogatoria del porcentaje del impuesto a los espectáculos que cedía el Estado al cine peruano para el corto y largometraje y también de la exhibición obligatoria coloca al cine peruano ante la posibilidad de una muerte prematura, justo cuando comenzaba a rendir frutos . Ahora quedará sujeto a la buena o mala voluntad de los dueños de las salas, enfeudados al cine extranjero, quienes pretenderán imponer los porcentajes de su antojo a nuestro cine. 

Lo ocurrido es absolutamente inadmisible. Por la voluntad de un gobierno antinacional, el cine peruano queda sin poder expresarse y sin acceso a las salas: Volvemos a ser un país sin imágenes propias, un país sin rostro. En los 20 años de vigencia de la ley de cine se crearon unas 200 pequeñas empresas de producción que dieron trabajo a alrededor de un millar de personas. Al mismo tiempo se logró producir unos 1200 cortometrajes, entre documentales, ficción, y noticieros y unos 70 largometrajes, haciendo posible el trabajo regular de unos 150 realizadores y desarrollando eficientes técnicos locales (sonidistas, fotógrafos, editores, etc.). Muchas de las cintas peruanas lograron distinciones en festivales internacionales, entre ellos La Habana, Biarritz, Montreal, Huelva, Locarno, Bilbao, etc., y lo que es más importante peruanos y extranjeros pudieron contemplar un retrato de nuestro país y sus problemas a través de la imagen. 

Ahora todo este enorme esfuerzo es cosa del pasado. Dando la espalda a la historia y a lo que se práctica en todos los países, el Estado deja al cine sin ningún tipo de protección. Hemos retrocedido 20 años, al tiempo en que hacer una película era tarea titánica. Podríamos decir que siempre lo fue, pero al menos existía un marco legal que daba algunas seguridades mínimas y que ahora ha desaparecido, víctima de un gobierno insensible. 

Los cineastas tendrán pues que comenzar de cero. Reiniciar su peregrinaje, ahora hacia el Congreso Constituyente, en busca de lograr un marco legal adecuado. No es seguro que lo obtengan, pero la Asociación que los agrupa se ha declarado en sesión permanente para afrontar esta emergencia. 

1993: Qué ocurrió en materia de cine en el año que acaba de concluir? 1992 había terminado con el golpe de muerte que el fundamentalismo neoliberal diera al cine peruano cuando el doctor Carlos Boloña derogó de un plumazo los artículos de la ley 19327 que lo beneficiaban. Este año la situación ha variado muy poco: los cineastas peruanos siguen sin ley que los ampare, peleando ante el Congreso la promulgación de un texto más acorde con los tiempos que corren, pero sin lograr hasta ahora que la comisión respectiva emita un dictamen favorable al nuevo proyecto, presentado hace meses por el congresista Tord. 

Pero no todas son malas noticias. Hacia el mes de mayo, la Asociación de Cineastas del Perú y la Corporación de Exhibidores firmaron un acuerdo por el cual el largometraje nacional pudo retornar a nuestras pantallas. El acuerdo, que podría calificarse de histórico si es que la expresión no estuviera tan devaluada, selló por primera vez un pacto entre sectores que estuvieron hasta entonces inútilmente enfrentados y que entendieron por fin que se encontraban del mismo lado. 

Tal hecho se demostró casi de inmediato, pues cuando se trató de aplicar el mismo acuerdo a la exhibición del cortometraje surgió la poderosa oposición de las distribuidoras norteamericanas, las que llegaron hasta el punto de traer al país al vicepresidente de la Motion Pictures : Jack Valenti, quién – cual gobernador de colonias – hizo saber que su institución no veía con agrado la implantación de un sobreprecio del 10% favorable al corto nacional. 

El resultado ha sido que, desde hace un año, el corto peruano ha sido borrado de las pantallas, ocasionando pérdidas que llegan al millón y medio de dólares al centenar de pequeñas empresas que se dedicaban a esta actividad, la más constante de nuestro cine y verdadera escuela de la cual han salido varias promociones de realizadores y técnicos de tv. Lo grave del caso es que, tal como pudo apreciarse con ocasión del festival de cortometrajes que organizó la ACDP (Asociación de Cineastas del Perú) con la Filmoteca de Lima, el asesinato del corto ocurre justo cuando una nueva promoción de realizadores - de la que forman parte destacada Aldo Salvini y Augusto Cabada – hacia sus primeras armas y había elevado apreciablemente el nivel de este indispensable ingreso a la pantalla grande. 

A menos de lograrse este año la esperada promulgación de la nueva ley de cine, no se vislumbra cómo esta situación podría variar, pese a la buena disposición de los exhibidores por programar esos únicos 10 minutos de imágenes peruanas en un espacio dominado por el cine extranjero. En lo que se refiere al largometraje, el acuerdo firmado ha permitido el estreno de 03 cintas. Abrió fuego Reportaje a la Muerte, del debutante Danny Gavidia, a quien no faltó mano de cineasta a la hora de enfocar los sucesos de El Sexto. La película, muy bien lanzada, logró una impresionante acogida del público, situándose entre las de mayor recaudación del año. 


El 2° estreno fue Todos somos estrellas, retorno de Felipe Degregori a la realización 12 años después de su ópera prima: Abisa a los Compañeros. Un intento de comedia costumbrista satirizando al mundo ilusorio de la tv cuya frescura hubiera merecido mejor suerte, pero que no supo encontrarse con el público. Cerró el año La vida es una sola, 3° largo de Marianne Eyde, que estuvo a punto de no estrenarse por la oposición que enfrentó debido a tratar el problema de la violencia terrorista y antisubversiva en una comunidad campesina. La cinta es un valioso testimonio y no justifica ni por un momento el calificativo de “pro senderista” con que se pretendió agraviarla. Al ganar el premio del festival de Biarritz obtuvo también para nuestro cine su principal recompensa de este año. 


Hay otras 3 cintas de años anteriores que, imaginamos, en algún momento deberán estrenarse. Ellas son Antuca, de María Barea, La Lengua de los Zorros, de Federico García y Asia, de Juan Carlos Torrico. Y en lo que se refiere a producciones recientes, este año se han rodado 02 nuevas cintas, una de Augusto Tamayo y otra de Francisco Lombardi, quien por fin decidió retornar a un oficio que le ha sido grato. A pesar de estos esfuerzos, es obvio que nuestro cine no puede continuar sin un marco legal adecuado, y de ahí la importancia de que el congreso apruebe de una vez la nueva legislación. Los cineastas peruanos no están reclamando una norma proteccionista: Simplemente desean una ley que les permita competir en condiciones de igualdad con el cine extranjero. El resto es cuestión de calidad y de saber ganarse al público, que múltiples veces ha dado su apoyo masivo al cine local. 

1994: Fue un año paradójico pero que cierra en positivo. Luego que todos los esfuerzos parecieron perderse. Es que, cuando en Julio de este año el congreso aprobó la nueva ley de cine, las vestales del neoliberalismo y los intereses comerciales enfeudados a los monopolios norteamericanos pusieron el grito en el cielo. El origen del escándalo estaba en el pequeño sobreprecio por entrada que se autorizaba para hacer posible la existencia del cortometraje. Un hecho nada sorprendente, pues cuando se trató de extender el acuerdo vigente para la exhibición de largometrajes al terreno del corto ya había surgido la oposición de las distribuidoras norteamericanas, las que llegaron al extremo de traer al país al vicepresidente de la Motion Pictures, quien - a modo de gobernador de colonias – hizo saber que su institución no quería el sobreprecio. 

El resultado fue que el Ejecutivo observó la ley, ofreciendo al menos elevar un proyecto alternativo. Este proyecto, y no es lo usual, mejoraba el que había sido observado, estableciendo una serie de concursos y de premios anuales, tanto en el terreno del largometraje como del cortometraje. Luego de mes y medio de trabajo en la comisión de Producción se consiguió que el pleno aprobará el nuevo proyecto, el cual fue promulgado por el Ejecutivo en el día que vencía el plazo para hacerlo, se dice que por la oposición subterránea de quienes quieren que no haya ninguna ley. 

Desde esta promulgación, la Asociación de Cineastas del Perú ha venido trabajando en un doble frente. Primero, ante la comisión de Presupuesto, a fin de que provea las partidas necesarias para la realización de los concursos y otorgamiento de los premios. Segundo, ante el Ejecutivo, que ya tiene en su poder el reglamento de la nueva ley, obra de una comisión ad-hoc. Si todo sale bien, entonces, este año tendríamos cuatro concursos nacionales de cortometrajes (los que premian obras terminadas) y dos de largometrajes (los que premian guiones y otorgan un adelanto para financiar parte de su producción). Si el mecanismo funciona - y hay que cruzar los dedos para que asi sea – debiéramos poder contar con una producción fílmica ascendente a unos 48 cortos y seis largometrajes anuales a partir del año que se inicia. 

Lo único que no ha quedado en claro con las nuevas normas es el tema de la exhibición de cortos en las salas comerciales. Este punto es imprescindible y deberá ser negociado, pues es clave asegurar la presencia de esos 10 minutos de imágenes peruanas en un espacio dominado por el cine extranjero. Y de paso la continuidad de nuestro cine, ya que la práctica del corto ha demostrado ser la mejor escuela de cine. 

“Sin Compasión” , largo que marcó el retorno al cine de Francisco Lombardi ,luego de 4 años , fue el único producto nacional que se presentó en pantallas comerciales. Adaptación al contexto local y tiempo presente de la novela “Crimen y Castigo” de Dostoievski, es una obra de madurez del cineasta tacneño, que ha sabido incorporar nuevos territorios a su oficio fílmico (Una notable ambientación y tratamiento visual) . Sin embargo algunos errores de ritmo y acaso de aproximación al libro que pesa demasiado hacen que la consideremos por debajo de otras películas suyas, especialmente La Boca del Lobo y Caídos del Cielo.

Para el año que se inicia, ya hasta que se produzca el vuelco propiciado por la nueva ley, sólo habría una obra reciente esperando estreno: Anda, corre y vuela, de Augusto Tamayo, que marca el encuentro en la ficción de Gregorio y Juliana, los protagonistas de dos recordados largos del ahora poco activo Grupo Chaski.


Hay otros 3 largos de años anteriores que, imaginamos, en algún momento deberán estrenarse. Ellos son Antuca, de María Barea, La Lengua de los zorros, de Federico García y Asia, de Juan Carlos Torrico. Ahora que nuestro cine ha recuperado y mejorado su marco legal es posible esperar un resurgimiento que compense los años de parálisis y languidez que ha conocido bajo el fujimorismo, los que no pudieron llegar en peor momento, justo cuando una nueva promoción de realizadores – entre los que destacan Aldo Salvini y Augusto Cabada – hacia sus primeras armas en el corto y había elevado considerablemente su nivel. 


1995: 1994 había concluido con la aprobación de una nueva ley de cine, la 26370 , que reemplazó a la antigua 19327, que rigió nuestro cine a lo largo de 20 años y fue derogada por el ministro de Economía Carlos Boloña. Esta norma establece una serie de concursos y de premios, de modo a impulsar una producción de 48 cortos y seis largometrajes. 

También crea el Consejo Nacional de Cinematografía (CONACINE), como organismo rector del cine peruano, integrado por 07 delegados de los diversos sectores de la actividad fílmica y 03 delegados del Estado (por Educación, Instituto Nacional de Cultura (INC) e INDECOPI). Muchos aspectos de detalle fueron dejados al futuro reglamento de la ley, cuya elaboración fue fijada dentro de los siguientes 60 días de promulgada la ley. Pese a que la comisión encargada cumplió con su tarea dentro del plazo previsto, lo cierto es que el reglamento sólo se aprobó el 23 de mayo de este año. 

Pasaron otros 05 meses para que los sectores vinculados con el cine pudiesen llevar a cabo elecciones para contar con sus 7 delegados ante el Consejo Directivo Transitorio del CONACINE, lo que ocurrió el 29 de octubre. Sin embargo el CONACINE, no ha podido instalarse porque el Estado no ha cumplido con nombrar a los delegados por Educación, INC e Indecopi, lo que bloquea su funcionamiento. En la actualidad existe una gran impaciencia de parte de los cineastas, que no saben a qué atenerse. 

Tampoco se sabe sí en el presupuesto para 1996 existe la partida necesaria para financiar los concursos, algo que deberá averiguar de inmediato el CONACINE, apenas se instale. Sería el colmo de la incongruencia haber impulsado ese avance para luego dejar al cine nacional desfinanciado, pero esos son los riesgos que se corren en un proyecto como este, demasiado dependiente de la buena (o mala) voluntad del poder político. 

Al respecto, como en casi todo, existen dos escenarios. Según el optimista, el CONACINE; se instalará pronto, encontrará los fondos prometidos y podrá organizar los concursos. Según el pesimista, hallará la caja vacía y habrá que dar otra batalla para obtener recursos. Respuesta antes de mucho. Este año, tal como ya había ocurrido en el anterior con “Sin Compasión” , el cine peruano sólo pudo estrenar un largometraje, que fue Anda, corre y vuela. Las semejanzas concluyen aquí, puesto que el primero contó con buena acogida de público, en tanto que el segundo fue un fracasó en la taquilla. 

Tampoco a nivel artístico había mucho que destacar. El encuentro de Gregorio y Juliana, protagonistas de dos exitosos largos del Grupo Chaski, careció de la “química” adecuada y sus aventuras fueron narradas de modo más bien convencional, sin lograr que la cinta sintonizara con sus espectadores. Todavía quedan otros largos de años anteriores: La Lengua de los zorros, y Mariátegui, de Federico García. Asia de Juan Carlos Torrico, acaso aguardando tiempos mejores. O contagiados del compás de espera que vive el cine peruano respecto de la nueva ley. En todo caso, sólo sabemos de dos proyectos de largometraje, que preparan Francisco Lombardi y Alberto Durant. ¿1996 será el año de un nuevo despegue para el cine peruano? Mantengamos cruzados los dedos. 

1996: El año 1995 había concluido con la instalación oficial del Conacine, ente rector del cine peruano según señala la ley 26370, ley que rige la actividad fílmica en el país. La ceremonia, realizada en el día en que el cine cumplía 100 años, apenas fue un acto simbólico, pues luego los 10 delegados comprobaron que carecía de partida en el presupuesto de 1996.

Hubo que esperar hasta junio para que, con motivo de una visita al Cusco donde se celebraba un encuentro de cineastas, el ingeniero Fujimori anunciara la entrega de una partida especial de medio millón de soles destinada a poner en marcha el Conacine y permitirle cumplir su misión más importante : Convocar a los concursos para obras peruanas. 

Así se hizo, tanto para guiones de largometraje como para cortometrajes terminados y hace pocos días sendos jurados dieron su veredicto. En el renglón de guiones han sido premiados “Guamán Poma” de José Carlos Huayhuaca, “Madre Coraje” de Alberto Durant, y “Ciudad de M” de Giovanna Pollarolo, escrito para Felipe Degregori. En cuanto al cortometraje, los premios fueron para “98 Thompson” (Álvaro Velarde), Crocante de chocolate (Emilio Salomón), Cotidiano (María Teresa Ugás), El pecador de los 7 mares (Aldo Salvini), La consulta (Augusto Cabada), y Ritornello (Bárbara Woll). 

Es posible que si los 3 guiones premiados (y algunos de los 12 otros presentados al jurado) se transforman en largometrajes nos encontremos ante una resurrección del cine peruano, pero nada es menos seguro. Lo mismo ocurre con la batalla que habrá que dar para que los cortos premiados emprendan su camino hacia pantallas donde puedan ser apreciados por el público. 

Mientras, en el año que termina se pudo ver sólo dos largos peruanos. El primero, sumamente defectuoso y fallido, fue “Asia” de Juan Carlos Torrico, el segundo “Bajo la Piel” de Francisco Lombardi es el mejor trabajo del cineasta tacneño después de La boca del lobo, y ha obtenido importantes premios en los festivales de San Sebastián y La Habana. Sin embargo los escasos 80 mil espectadores que lo han visto en Lima revelan – además de una injusticia para con una buena película – que el cine peruano deberá también volver a trabajar su relación con su propio público (interrumpida o esporádica desde que se liquidó la antigua ley de cine en 1992), que antes acudió masivamente a cada estreno nacional. 

1997: Es hecho conocido que en 1995 se instaló el Conacine, ente rector del cine peruano según la ley 26370, nueva norma que rige la actividad fílmica en el país. Conformado por delegados de los distintos sectores vinculados al cine (productores, exhibidores, técnicos, docentes, etc, bajo la presidencia del abogado especialista en comunicaciones José Perla Anaya, este organismo ha venido dando batalla para poder cumplir con sus funciones, que lo obligan a convocar a dos concursos de cortometraje y uno de guiones de largometraje cada año. 

La batalla, por cierto, ha sido contra la incuria burocrática y la incomprensión de oscuros tecnócratas del MEF, que no entienden los mecanismos de incentivo de la Ley de cine, que significan premios en efectivo a los cortos ganadores y una suma otorgada a título de adelanto de producción en el caso de los guiones de largo premiados (suma que por lo demás no es un regalo: el cineasta está obligado a devolverla si por alguna razón su proyecto no cuaja).

Pues bien, en lo referente a los guiones premiados en el 1° concurso que fueron “Guamán Poma” de José Carlos Huayhuaca, Coraje, de Alberto Durant, y Ciudad de M, de Felipe Degregori con guión de Giovanna Pollarolo, hay noticias alentadoras referentes a los dos primeros, pues Huayhuaca se encuentra a punto de completar del financiamiento de su proyecto y Durant ya lo ha culminado, debiendo iniciar rodaje en enero. En cuanto a los guiones ganadores del 2° concurso: El bien esquivo, de Augusto Tamayo San Román cuenta también con un premio otorgado en Francia que le ofrece ayuda en laboratorio y postproducción; Marianne Eyde tiene ya prácticamente financiado el proyecto premiado La carnada, y debe iniciar rodaje en enero; Marité Ugaz, 3° laureada, ha concluido ya el rodaje de A la medianoche y media, y el premio le permitirá completar la postproducción del proyecto. 

De modo que tendríamos para 1998 los largos de Durant, Eyde y Ugaz ya seguros, a los que se suma la producción en curso de No se lo digas a nadie, adaptación de la novela de Jaime Bayly, hecha por Giovanna Pollarolo y Enrique Moncloa para Francisco Lombardi, el único de nuestros cineastas que puede asegurar, en base al prestigio alcanzado, una producción internacional para sus proyectos. Pero si el panorama luce promisor para el largometraje, no ocurre lo mismo con el cortometraje. Se han llevado a cabo 3 concursos nacionales, con una veintena de obras premiadas, entre ellas hay promisorios cineastas nuevos: Álvaro Velarde, Javier Fuentes, o confirmación de valores conocidos: Aldo Salvini, Augusto Cabada. Sin embargo, estos cortos siguen invisibles para el gran público, imposibilitados de acceder a las pantallas por un vacío en la ley de cine que debe ser corregido por medio de una negociación entre productores nacionales y exhibidores con mediación del Conacine. No hay problema más urgente a resolver que éste en el cine peruano. 

1998: El año terminado debió haber dado curso el 3° Concurso Nacional de Guiones de Largometraje y el 4° Concurso de Cortometrajes, tal como lo ordena la ley 26370, nueva norma que rige la actividad fílmica en el país. Sin embargo, ni uno ni otro ha podido realizarse, pese a los esfuerzos del Conacine, ente rector del cine peruano, por lograr que el Ministerio de Economía (MEF) desbloqueara los fondos necesarios para ambos concursos. 

Desde su instalación en 1995 , este organismo ha venido dando batallas cada vez más desesperadas para cumplir con sus funciones, que lo obligan a dos concursos de cortometraje y uno de guiones de largometraje cada año. Las batallas, por cierto, han sido contra la incuria burocrática y la incomprensión de oscuros tecnócratas del MEF que no entienden los incentivos de la ley, destinados a premiar en efectivo a los cortos ganadores y a otorgar una suma a título de adelanto de producción a los guiones de largo premiados ( suma que no es ningún regalo el cineasta debe devolverla si por alguna razón el proyecto no cuaja). 


Este año la batalla se perdió . Justo cuando el 1° largo surgido de un guión premiado en concurso: Coraje, de Alberto Durant, llegaba a las pantallas . Ya hemos opinado sobre lo que pensamos de sus resultados , pero eso no disminuye el mérito de su existencia, que es prueba cabal de que sí el Estad hiciera su parte, la 26370 podría funcionar. Es posible que Coraje , inspirada en los últimos meses de la vida de María Elena Moyano, acabe su recorrido en salas con unos 100 mil espectadores. 


Otros 02 largos ya rodados con ayuda de la ley esperan estreno para 1999. Ellos son La Carnada de Marianne Eyde, actualmente en postproducción y A la media noche y media, de Mariana Rondón y Marité Ugas, una coproducción con Venezuela que se encuentra ya terminada. El otro largo peruano fue No se lo digas a Nadie, adaptación de la novela de Jaime Bayly, de Fco Lombardi que , con sus 600 mil espectadores , ha sido el 2° film más visto del año, luego de Titanic. La cinta, impecable a nivel profesional, marcó sin embargo un punto de inflexión en la respetable trayectoria del más cuajado de nuestros realizadores embarcado a un proyecto que apunta claramente a un registro light y a un reencuentro con el gran público que, pese a puntuales aciertos , resulta inferior a Bajo la Piel, Sin Compasión ó Caídos del Cielo, sus otros films de los 90. 


Actualmente Lombardi se prepara – no sin algunos problemas de financiamiento de la parte local – para rodar un remake de Pantaleón y las visitadoras en doble versión para Cine y Tv. Y si el panorama luce más que nublado en lo que se refiere al largo, en el corto es la negrura absoluta. Se han llevado a cabo 03 concursos , con una veintena de obras premiadas. Entre ellas hay promisorios cineasta Velarde , Javier Fuentes , o confirmación de valores conocidos: Aldo Salvini, Augusto Cabada. Sin embargo, estos cortos siguen invisibles para el gran público , imposibilitados de acceder a las pantallas por un vacío en la ley de cine. Los intentos de negociación entre productores nacionales y exhibidores han contado con la oposición de los distribuidores norteamericanos.


No insistiremos aquí sobre el valor formativo del corto como semillero de nuevos realizadores y técnicos. Asi ocurrió en los 20 años de vigencia de la 19327( la anterior ley de cine) y así sucede en otros países. Además, es casi obvio decirlo, el corto posee significado autónomo como obra creativa . Pero no tendremos producción regular si el Estado incumple con la ley y no se logra que los cortos sean vistos. Con ello, además se dificulta la posibilidad de un relevo generacional en nuestro cine. 


Otros 2 largos ya rodados con ayuda de la ley esperan estreno para 1999. Ellos son La Carnada de Marianne Eyde, actualmente en postproducción y A la medianoche y media de Marité Ugaz , una coproducción con Venezuela que se encuentra ya terminada. Pero aún este raquítico número corre el riesgo de parar si la ley sigue incumplida. El otro largo peruano fue No se lo digas a nadie, adaptación de la novela de Jaime Bayly por Francisco Lombardi que, con sus 600 mil espectadores , ha sido el 2° film más visto del año, luego de Titanic. 



La cinta, impecable a nivel profesional , marcó sin embargo un punto de inflexión en la respetable trayectoria del más cuajado de nuestros realizadores, embarcado en un proyecto que apunta claramente a un registro light a un reencuentro con el gran público que , pese a puntuales aciertos , resulta inferior a Bajo la piel, Sin compasión o Caídos del cielo, sus otros films de los 90. Actualmente Lombardi se prepara - no sin algunos problemas de financiamiento de la parte local – para rodar un remake de Pantaleón y las Visitadoras , en doble versión para cine y tv. 


Si el panorama luce más que nublado en lo que se refiere al largo, en el corto es la negrura absoluta. Se han llevado a cabo 03 concursos , con una veintena de obras premiadas. Entre ellas hay promisorios cineastas nuevos : Álvaro Velarde , Javier Fuentes , o confirmación de valores conocidos: Aldo Salvini, Augusto Cabada. Sin embargo, estos cortos siguen invisibles para el gran público , imposibilitados de acceder a las pantallas por un vacío en la ley de cine. 


Los intentos de negociación entre productores nacionales y exhibidores han contado con la oposición de los distribuidores norteamericanos. No insistiremos aquí sobre el evidente valor formativo del corto como semillero de nuevos realizadores y técnicos . Asi ocurrió en los 20 años de vigencia de la 19327 ( la anterior ley) y asi sucede en otros países , además del significado autónomo del corto como obra creativa. Pero no tendremos producción regular si el Estado incumple con los incentivos y no se logra que los cortos sean vistos. Con ello, además , se corta la posibilidad de un relevo generacional en nuestro cine. 


1999: El año que termina debió haber dado curso el 4° Concurso Nacional de Guiones de Largometraje y al 5° Concurso de Cortometrajes, tal como lo ordena la ley 26370 , nueva norma que rige la actividad fílmica en el país. Sin embargo, ni uno ni otro han podido realizarse, pese a los esfuerzos del Conacine, que no pudo lograr que el MEF (Ministerio de Economía) desbloqueara los fondos necesarios para ambos concursos. 


Este año la batalla se perdió. Y justo cuando el 2° y 3° largo surgidos de guiones premiados en el concurso llegaron a las pantallas. Nos referimos a La Carnada, de Marianne Eyde y A la medianoche y media, de Mariana Rondón y Marité Ugaz. No importa para esta argumentación lo que pensemos de sus resultados expresivos, eso no disminuye el mérito de su existencia, que es prueba cabal de que si el Estado cumpliera su parte la 26370 podría funcionar. El 3° estreno del año fue Pantaleón y las visitadoras, de Francisco Lombardi, obra simpática y menor que ha contado con una gran acogida de público aunque se ubique por debajo del nivel de exigencia habitual en los trabajos del cineasta tacneño. 


Otros largos ya rodados con ayuda del premio establecido por la ley esperan estreno para el 2000. Se trata de El Bien Esquivo, de Augusto Tamayo San Román y de Ciudad de M, de Felipe Degregori, adaptación de la novela de Oscar Malca. Estos largos y Tinta Roja , de Francisco Lombardi , un proyecto que cuenta con financiamiento externo y cuyo rodaje está programado para marzo, serían los aportes del cine peruano para el movido año que se inicia. Por su parte, el veterano realizador Armando Robles Godoy trabaja en video “Imposible Amor” , cinta de episodios que no sabemos si está destinada a ser transcrita a celuloide para su estreno formal. 


03 largos estrenados y 03 por estrenar descubren bien a las claras que el cine peruano no logra superar el nivel de raquitismo en que se debate desde siempre. Y si el panorama luce más que nublado en lo que se refiere al largo, en el corto es la negrura absoluta. Se han llevado a cabo 04 concursos, con una treintena de obras premiadas. Entre ellas hay promisorios cineastas nuevos o confirmación de valores conocidos. Pese a todos los obstáculos siguen dándose casos de jóvenes que ruedan cortos valiéndose del video, que hace posible abaratar costoss. Este año la Asociación de Cineastas pudo volver a organizar el concurso nacional de cortometraje, con 17 obras presentadas. El certamen fue ganado por “Roces” de Velarde, obteniendo una mención honrosa “Una escuela en el camino” de Jilder Aguirre. 


No insistiremos aquí sobre el valor formativo del corto como semillero de nuevos realizadores y técnicos. Asi ocurrió en los 20 años de vigencia de la 19327( la anterior ley de cine) y así sucede en otros países. Además, es casi obvio decirlo, el corto posee significado autónomo como obra creativa . Pero no tendremos producción regular si el Estado incumple con la ley y no se logra que los cortos sean vi. 


2000: El año que termina debió haber dado curso el 5° Concurso Nacional de Guiones de Largometraje y el 6° Concurso de Cortometrajes, tal como lo ordena la ley 26370 , norma promulgada bajo el fujimorismo para reemplazar a la derogada ley 19327 que rigió el cine peruano hasta 1992 . Sin embargo, ni uno ni otro han podido realizarse, pese a los esfuerzos del Conacine, que no pudo lograr que el MEF (Ministerio de Economía) entregara los fondos necesarios para tal fin.


En 5 años de vigencia de la ley apenas Con ello, además se dificulta la posibilidad de un relevo generacional en nuestro cine. si ha podido cumplirse con la mitad de los concursos programados, y en el 2000 con ninguno. Semejante déficit debiera llevar a los cineastas a revisiones totales, pues el problema de tal ley lo señalamos desde el inicio depende de la buena voluntad del poder de turno. No la tuvo el fujimorismo y habrá que ver si el nuevo gobierno transitorio – la tarea corre a cargo del ministro de Educación Marcial Rubio – está en posibilidades de cambiar las cosas. 


Nuestra impresión, compartida por buena parte de los cineastas peruanos, es que la ley 26370 no funciona, y que debiera ser reemplazada por una norma más amplia y moderna de medios audiovisuales, una tarea que habrá que trabajar con el próximo gobierno democrático. De otro modo nuestro cine seguirá limitado a los 2 ó 3 estrenos anuales que es su promedio desde hace 25 años. Este año el cine nacional entregó 3 estrenos. De ellos, el único auspiciado por la ley de cine fue Ciudad de M, de Felipe Degregori, adaptación de la novela de Oscar Malca a la que no le fue mal en la taquilla: 300 mil espectadores, pero cuyos irregulares resultados no nos convencieron, pese a ocasionales secuencias que funcionaban, dentro de una puesta en escena convencional. De La Yunta Brava, de Federico García, continuación de sus biografías acartonadas: Melgar, El socio de Dios más vale no hablar. 


En cambio Tinta Roja de Francisco Lombardi fue un retorno del cineasta tacneño a su inspiración más valiosa, un relato bien llevado y por momentos apasionante ambientado en el medio periodístico del sensacionalismo policial, adaptación de una novela del chileno Fuguet trasladada a Lima y con una actuación memorable de Gianfranco Brero, justamente premiada con la Concha de Plata al mejor desempeño actoral en San Sebastián, nuevamente destacado en La Habana, esta vez con un premio a la mejor realización. 


Otros 2 largos terminados en 1999 no lograron concluirse. Nos referimos a Él bien esquivo de Augusto Tamayo y a Imposible Amor, rodado en video por el veterano Armando Robles Godoy. En cambio este año trajo dos debuts en el largo que lucen promisorios: Loco de amor, de Edgardo Guerra y El destino no tiene favoritos, de Álvaro Velarde, ambos programados para el 2001. En cuanto al desguarnecido cortometraje, condenado a ser invisible por no tener pantallas donde mostrarse, sigue dando que hablar pese a todos los obstáculos. Hay una nutrida producción en video (y bastante menos en celuloide) de la que podremos hablar con ocasión del próximo concurso organizado por IPAE, en el marco del CADE que se realizará a mediados de enero. 


Investigación-Transcripción de César A. Pereyra Ravello. 
Bibliografía: El autor de todos los artículos es el crítico de Cine Federico de Cárdenas. Estos provienen de sus balances cinematográficos anuales. Los escribió y público en el Diario La República, sección Culturas y/o suplemento Domingo, desde Enero de 1991 hasta Diciembre del año 2000.


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