CRITICA DE CINE: MISIÓN KIPI, DE SONALY TUESTA.

 “Misión Kipi” es la primera película de Sonaly Tuesta, ex vice ministra de cultura como experta en medios y en sociología de identidades, y resulta un logro fresco y bucólico de lo que sucede en el mundo andino y alto andino, porque apenas nos enteramos que la historia que nos cuenta, sucede en el Perú, pero que puede suceder en el resto del ande, por ejemplo en Bolivia. La historia presenta la vida de un profesor joven que reciclando material plástico en desuso y chatarrero junto con la mediana tecnología al alcance de su capacidad de inventiva, crea un robot, Kipi, que pasea mediante su propia movilidad por distintas localidades comunales reforzando y postmodernizando la educación clásica del lápiz y el papel.

La propia historia de la película dice y muestra los logros del profesor Walter con sus educandos (palabra y concepto primafásico) que aceptan de muy buena manera al robot tanto como al profesor, porque la malicia del dinero en el idílico mundo andino ve con simpatía al maestro, interpretado por Walter Velásquez, quien habla tanto en el idioma robótico de la postmodernidad, el castellano impuesto, como el oriundo quechua, lo que es uno de los mejores logros del film, cuasi reivindicativos de la lengua propia en nuestra civilización, sin un debe de paternalismo hacia los escolares que sin necesariamente estar en aulas (en otros casos sí) salen a recibir el conocimiento escolar del profesor Walter y Kipi, en el mismísimo campo, compartiéndolo además, con toda la comunidad a la que pertenecen y donde la paga al maestro se realiza algunas veces mediante alimentos y a la manera feudal, costumbre ancestral que hasta ahora en el país, y no solo en el mundo alto andino, se presenta.

Por ejemplo, en las localidades marítimas del norte del Perú, se paga a los profesores con pescado que proveen de alimento a sus hogares. La historia si bien es lineal en los personajes principales apenas nos muestran matices de estos. Solo en alguna toma se ve al profesor dialogando con una profesora muy comunicativamente sentados delante de un río cantarino a la manera de un yaraví, pero en silencio, porque la intención de la historia es mostrar como la naturaleza se complementa con la educación de los niños mediante la robot, sin embargo, si bien la película “dice algo”, también el film “nos muestra algo” y es este otro logro del film cuando la fotografía de la película vislumbra un paisajismo silencioso que aplana a la que vez que subyuga por su belleza a “Misión Kipi” (en clara alusión a las misiones como a las del futurismo) al desenvolver y presentar grandes planos, de gran toma, de ese mundo de aire limpio como del campesinado con carreteras apenas asfaltadas y sobre todo, donde la naturaleza se intersecta con sus habitantes, y hasta con sus animales, de allí, el logrado y hasta utópico aire bucólico de “Misión Kipi” que si bien no presenta un final definitivo dentro de la historia, porque este es abierto, tranquilamente el personaje ya ha calado en quienes lo han conocido pudiendo la directora y sus guionistas hacer una serie de secuelas de las aventuras del profesor y de su robot, como del ingreso de Kipi al mundo de la urbe y sus problemáticas magisteriales, como también profundizar en la propia vida del personaje magisterial.

Es en ese aspecto que la producción de la opera prima de Tuesta, puede compaginar tanto lo que dice, es decir la historia que cuenta como con lo que muestra, es decir la belleza inenarrable que la cámara de “Misión Kipi” nos está mostrando también, de allí que el paisaje alto andino con sus ríos y campos y el cielo limpio contrasten con el cine de ciudad y que en este caso, han apostado por el bucolismo simple de la luz del día y de la complejidad de la noche y de la electricidad, para darle vida y energía al personaje robot que ha creado. (Bruno Buendía Sialer)

No hay comentarios:

Publicar un comentario