CRITICA DE CINE: VAGUITO, TE ESPERARÉ EN LA ORILLA, DE ALEX HIDALGO.


CALIFICACIÓN: 0.5/5 | Por Sandro Mairata @smairata / REFLEKTOR

“Ese tipo de sub-cine cercano a la telenovela”.
“Vaguito: te esperaré en la orilla”, o “Vaguito” a secas, es otra de las peores películas peruanas estrenadas este año y los buenos propósitos detrás de su realización –promover la adopción de mascotas en abandono– no la convierten en un título de interés sino en otro de esos que emplean de forma muy cuestionable los recursos del cine.
Algo así vimos en 2023 con “Reinas sin corona”, otro filme peruano motivado a denunciar una problemática social –el feminicidio– que llegó incluso a ofrecer donar un porcentaje de su taquilla a las víctimas de este crimen(1). Cinematográficamente, “Reinas sin corona” no ofrecía nada, aún con su elevado costo de producción que incluyó un viaje a México para filmar con Daniela Romo. Con presupuestos muchísimo más austeros, los productores de “Vaguito” se cuidan de hacer ofrecimientos de este tipo, pero bajo los rótulos de “película animalista”(2) o “película benéfica”(3) se crea un espejismo de expectativas por virtudes que no existen en lo que vemos en pantalla.
Por estos días, desde el prejuicio (por calificarla sin haberla visto) y la homofobia (por la cantidad de ataques y burlas basadas en la temática LGTB) se armó una ola en redes promoviendo “vean ‘Vaguito’, no vean ‘Chabuca’”, la cinta sobre Ernesto Pimentel. A ellos les digo: Vayan y comprueben. “Vaguito” tiene problemas de colorización, música, edición, actuaciones pobres, un guion desastroso y su director, Álex Hidalgo, se inserta a sí mismo como actor en todas las escenas posibles. En otro caso de 𝘓𝘢𝘝𝘪𝘳𝘨𝘦𝘯𝘋𝘦𝘎𝘶𝘢𝘥𝘢𝘭𝘶𝘱𝘪𝘴𝘮𝘰, “Vaguito” a lo mucho es ese tipo de sub-cine cercano a la telenovela, el mismo padecimiento de “Reinas sin corona” aunque con un elevado carisma de película “para toda la familia” por lo simpático del can protagonista.
Como se sabe, “Vaguito” parte de una historia real emparentada con una célebre ocurrencia nipona, la del perro akita Hachiko que esperó nueve años en la Estación de Shibuya a su amo ya fallecido. El Vaguito de la vida real es un can de la playa Punta Negra que al perder a su amo se hizo famoso por cada día quedarse mirando el mar, se supone que esperándolo.
Pancho (Julián Legaspi) es el amo de Vaguito, un perro abandonado por un amo anterior, y el líder natural de un grupo de pescadores que se enfrenta a una mafia liderada por un ricachón local de extrañísimo acento, Santino, (el boliviano-brasilero Fernando Arze) y su amante-trofeo (la colombiana Gina Palma). Pancho –como intuimos– tendrá un final desafortunado y Vaguito lamentará su partida.
No recibimos explicación del acento ininteligible del villano Santino y la elección de una extranjera para la amante trepona y maliciosa es una pobre decisión que añade más estigmas a las mujeres inmigrantes en el contexto de los años que vivimos. Los villanos de cartón, las escenas de interiores pobremente ejecutadas, los diálogos risibles; Legaspi se mueve como puede en los márgenes de un guion pobrísimo, más aún cuando cuesta creerle en el rol de un pescador humilde con una casa enorme, tres hijas y una gran camioneta.
Pero obviando el guion paupérrimo, la narración torpe, la iluminación amateur, los vacíos de guion y el hecho de que el drama de Vaguito pase a un segundísimo plano ante el problema con la mafia local, lo peor de esta película –como decía líneas arriba– es la obsesión narcisista del director-actor Álex Hidalgo de insertarse de forma innecesaria en abundantes planos de la película. Como compañero de Pancho, vemos a Hidalgo sonriendo, protestando, empujando barcos, cargando a Vaguito y hasta en una escena donde Legaspi comparte rol con Fiorella Rodríguez conversando en la arena, Hidalgo se incluye a sí mismo al fondo. Siempre presente, no haciendo un cameo pasajero sino importunando visualmente allí donde ninguna necesidad narrativa justifica su presencia.
“Vaguito” es un filme sencillo y de buenas intenciones, pero un buen tema nunca será lo más importante para apreciar en un filme que echa agua por todas partes en todo lo demás. Eso es primordial recordarlo.

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