Ayer se presentó en el LUM, “Historias de Perusalem”, uno de los más interesantes documentales peruanos de los últimos años.
El filme, dirigido por Fermín Tangüis, tiene un espacio (Lima) y un perfil de personajes definidos: los actores sociales son hombres de una misma generación. Sus testimonios abarcan la vivencia del rock subterráneo, la experiencia del atentado terrorista en la calle Tarata, y la protesta mediante el arte -el teatro y la plástica- contra la corrupción endémica del país. En conjunto se trata de un filme sobre la resistencia de las fuerzas de la vida y la creación contra las de la destrucción y la muerte.
De las líneas narrativas la que más destaca es la referida al atentado de Tarata. Las otras (sin que ello implique un demérito) funcionan como acordes que contextualizan y potencian a aquella. Cuatro amigos, entre los que se cuenta al director de la película, recuerdan la noche en que fueron víctimas del acontecimiento y salieron milagrosamente con vida. Cada uno de ellos es tomado por separado en locaciones diferentes, pero su relato se articula con notable precisión; sus testimonios se van alternando, el de uno continúa y amplía o profundiza el de otro. El montaje los individualiza, pero también (como el hecho vivido) los junta. La narración a cuatro voces, desde cuatro puntos de vista, constituye un todo armónico.
Impresiona el detalle minucioso de la experiencia, fijado probablemente en base a un recuerdo obsesivo, a esa memoria que modula voces, posturas, y transfigura ante nuestros ojos los rostros maduros de los actores sociales en los de aquellos jóvenes frágiles y desconcertados que eran a comienzos de la década de 1990, y nos transporta a la noche trágica al mismo tiempo que vemos los luminosos y apacibles escenarios diurnos donde prestan sus testimonios casi treinta años después.
La edición final en la que se aprecia a los personajes en fotos familiares con sus descendientes ofrece un corolario optimista en cuanto evidencia el triunfo de la vida sobre la muerte y el terror, pero no deja de inquietar: quienes lucen al lado de sus hijas pequeñas o adultas, pudieron morir aquella noche y esas otras personas, bellas y sonrientes, pudieron no existir.
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