Claudia Sacha y la temible ternura del teatro: “Hielo en la sangre”, 2025.
Dos jóvenes hermanos, un hombre y una mujer, están a la espera de la agonía final de su madre en una clínica: pocas veces el teatro peruano ha colocado a dos hermanos como protagonistas de una obra teatral, siendo la literatura quien se ha encargado de ello, baste el ejemplo de las narraciones de Julio Ribeyro en “Relatos Santacrucinos” o de los poemas de Vallejo y Valdelomar pero que aluden a hermanos hombres.
En este caso, Claudia Sacha, coloca a un hermano y a una hermana a presenciar y a luchar como aceptar eventualmente la muerte de su madre: “Tanto amor y no poder hacer nada ante la muerte” ha escrito César Vallejo en “Masa” En este caso se trata de una pareja de un hermano y una hermana disfuncional, bipolar: él ha intentado dos veces suicidarse, una de niño y otra ya de adulto, le recuerda la hermana, quienes comienzan una serie de diálogos que van desenvolviendo sus terribles como verdaderas y sinceras emociones, sentimientos que nos van presentando a ambos personajes en todas sus realidades.
En la obra, si bien el padre es ausente, se van a colocar extraordinarios personajes secundarios que fuera de escena son aludidos: un teléfono celular que comunica al hermano con su pareja, primero, y, sobre todo, después, con un psiquiatra, Daniel, quien trata a los hermanos, y que aconseja el internamiento de ella, luego de que se le administre una dosis absolutamente letal de Clonazepam. El clonazepam aparece también como personaje secundario. Se trata del ex Rivotril, un hipnotizador, más conocido en el mundo de los bares como “pepero” y que actualmente domina la sociedad contemporánea como antes lo denominó el Valium 2, pero que no tumba o adormece a la hermana: “Abre la boca…ya tragaste las pastillas... sino que la potencia en sus ansias porque se va a negar una firma, la de autorizar la muerte de su madre porque cree que ha encontrado una solución para rescatarla, además, no se trata de una firma por la herencia ni mucho menos.
La madre, ausente físicamente, pero terriblemente presente en escena, nos llega aludida al costado del escenario, y en un escape de la hermana hacia una puerta del mismo, la abre e ingresa. La madre, por reflejo motor abre los ojos, lo que da falsas esperanzas a la hermana, interpretada por una sorprendente Celine Aguirre, es entonces cuando la trama de la obra comienza con el desenvolvimiento de la misma en toda su extensión y llena de suspense (porque no sabemos lo que va a suceder como final, es más no podemos dada la velocidad de los generosos acontecimientos en los diálogos, ni siquiera sospecharlo) como sobre todo, de las contradicciones de ambos personajes, porque no solo se trata del debate entre la vida y la muerte, sino cómo, ante esta, y ante si mismos, y en un desiderata generacional, los dos hermanos – personajes, se enfrentan en busca de alguna solución (¿para ellos?) y sin complejo de culpa alguno, sino que es el amor filial lo que va a preponderar con todas la posibilidades que esto significa, y que en una serie de situaciones límites ocurren, como se da en el desdoblamiento escénico del hermano, interpretado por David Carrillo, quien además dirige la obra, e impone su presencia con cierta ternura paternal.
“Hielo en la sangre” es una obra contundente, donde el hermano, un guía turístico que trata por todos los medios de estar dentro de una sola realidad, se aboca hacia su hermana quien más bien se va desenvolviendo en la desesperación y ante la negación a la muerte y en muchas realidades y dimensiones, haciendo crecer al personaje a niveles inimaginables de lo que aparenta en un primer momento de racionalidad.
Pocas veces el teatro peruano ha llegado a lacerar a los personajes de esta forma, siendo Sacha quien ha apostado correctamente como autora en ello, y en ciertos laberintos de la locura inclusive, los que llevan al límite del amor, del complejo amor presentado: será en los dos terribles como excelentes monólogos que le permiten a la hermana hablar ante un escenario mostrando sus demonios de persecución, de “persecutta” que abre posibilidades de indicar que está sucediendo con ella y hasta con nosotros en interpretaciones abiertas: ¿Quiénes son ustedes? Los tengo marcados ¿Por qué me miran? Ya sé quiénes son… de tal manera que el espectador se verá totalmente rodeado por el monólogo, por ambos monólogos, los que nos dirige a cara abierta dominando el escenario y con atrevimiento: Son de la CIA ¿nó?
Indica para alguien que se ve o se siente perseguida (¿lo está?) y resucita de esta forma todo lo que generaciones y situaciones de décadas actuales y pasadas hemos percibido, además, ella es una científica, casi genio, que ha tirado su talento y su maternidad en pos de un humanismo que deja entrever con pasión por el medio ambiente inclusive dado al perfil un cariz post moderno si se quiere, además cuestiona a los médicos y medicas:“Todo por plata…y acusa al hermano que, en las contra escenas que realiza Carrillo, llega a un punto de quiebre inmenso, furibundo, real, cuando al detenerla para evitar que vuelva a entrar por la puerta donde se halla la madre la haga gritar: ¡¡¡Quiero ver a mi mamá!!! en uno de los gritos/lamentos más expresionistas que el teatro peruano ofrece, y en el caso de Sacha, han puesto en boca de personaje alguno, como lo ha sido el grito de Cooker en Woodstoock, el de Brando al clamar a Stella o el de la pintura de Munch justamente titulado “El grito”.
Agreguemos que la autora ha preferido indicar a sus personajes con el posesivo tan peruano, de “mi mamá” y no el del norte americanismo actual, de referencia monosilábico indicativo, de “mamá” lo cual denota una complejidad no solo del posesivo en el texto, sino de abordar tantas generaciones que se han expresado de esa manera lo que es otro logro de la obra. No es ninguna exageración apuntalar esto.
Sacha con “Hielo en la sangre” ha colocado su obra entre las más fuertes y posiblemente más importantes de la escena nacional junto con “Collacocha” de Solari Swayne “Santiago el pajarero” del propio Ribeyro “Los Ruperto” de Rivera Saavedra “El sol bajo las patas de los caballos” de Cuatrotablas “El cruce sobre el Niágara” de Alegría y hasta el del costumbrismo de las obras de Ascencio Segura como “Ña catita” o “El sargento Canuto” “Espejismo” de Carlos Alberto Seguin, “Memorial trilcico” del grupo Barrikada “Luis Pardo Bandolero” de Walter Ventosilla” y eso se debe a su trabajo, porque en esto como en todo, solo existe chamba y dedicación como entrega a la escena nacional.
El final de la obra, resulta ofrecido sin ninguna condescendencia y se halla en la ternura un final temible, quieto, casi sereno, como otra forma de muerte, y que el director ha acertado en presentarnos, lo que resulta algo posiblemente magnífico para los hermanos que sin saberlo o con conocimiento de causa, buscan las necesidades afectivas de la tranquilidad humana en ellos y sin molestar a Dios. Para esto, antes, y entre ellos, casi cuidándose, la hermana indica maternalmente: “Para ser una hermana mejor… descartando dificultades, pero evitando la firma, y aceptando realidades como entregándose a la protección, en el anuncio ¿final? que aun le llega incomprensible, cuando el hermano indica y no niega nada de la continuidad de los afectos que seguirán entre ellos.
Las llamadas por el celular, no muchas, también continuarán, las pastillas seguirán haciendo efecto, las persecuciones son interminables, la entrega de Carrillo y Aguirre, es totalmente honesta en el escenario, como la obra de Sacha significa para la directora, haber vencido el trabajo de hacer una obra a pulso de investigación, inclusive, y esto lo escribimos con honestidad: el de haber lacerado sus propios sentimientos y emociones. Si bien, la locación es una, lo que es más que suficiente, el encabalgamiento del texto y dialogo es tremebundo porque no cesa en escena, no hay vacíos, “Hielo en la sangre” ocurre todos los días en nuestras almas y por ello como nunca, se yergue no solo en lo mejor de la temporada sino en lo imbatible de ser la posibilidad de convertirse en ese clásico de personajes jóvenes y no jóvenes, porque ambos hermanos no tienen más de 40 años, cada uno y son actuales.
Hace demasiado tiempo no se veía un trabajo de escritura como de actuación y dirección, de producción como este, tan contundente, como la obra reseñada, cuyo valor para el teatro peruano contemporáneo, corresponde a lo que el Teatro Racional siempre ha buscado y ahora está logrando, un éxito sobrio en una autora que reinicia actividades escénicas con un triunfo desde su propia dramaturgia y sin debérselo a nadie “Hielo en la sangre” debe de ser mostrada no solo en las regiones de nuestro país, sino que debe de enfrentar en escena, con la honestidad del trabajo del Teatro Racional, escenarios internacionales, porque el prestigio de la escena nacional peruana, crecerá para mostrar todo su poderío teatral, tan necesario de aplaudir y con el respeto que se merece. (Bruno Buendía Sialer. TATUAJES/BBSproducciones.)
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