Con una atmósfera de
soberbia psique obscura y enferma, un tono tenso y testimonial, y un ritmo
paulatinamente ágil hacía la cúspide, amén de una, sin ser mañosamente
melodramática ni improvisada, calculadora, implosiva, seudoparanoica, y
en general estupenda actuación de Elizabeth Moss, esta libertina versión
en clave de thriller psicológico, intriga de ciencia ficción, drama de horror y
misterio, y slasher fantástico, con una añadidura temática propia de la
actualidad mediática, aparte del coronavirus, referente a la violencia de género,
particularmente la violencia contra la mujer, es una maravilla bioquímica
al estilo de una montaña rusa emocional.
No abusa de los sobresaltos
(Jumpscares), todo es sutil en la premisa,
el desarrollo es un
rompecabezas sin mucha sofisticación y adivinable
pero no por eso falible, y
el desenlace truculento aunque coherente
es una epifanía instintiva
aunque reflexiva sobre la venganza.
Leigh Whannell empezó como
actor y coguionista, relacionándose
con el cineasta reconocido
James Wan y la productora reputada respecto
al cine de terror y a los
thrillers, Blumhouse, ya habiendo transcurrido
varios años dirigió primero
la tercera entrega de Insidious (“La noche del
demonio”), luego el thriller
de ciencia ficción y crimen, para mí aunque sea
cine comercial, de género y
de entretenimiento, y aunque parezca un
eufemismo, su obra maestra,
“Upgrade”, y recientemente la segunda mejor
adaptación de “El Hombre
Invisible”. Un tratado excitante sobre la obsesión.
Por: ALBERTO J . ANGULO CHUMACERO
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