Por: Mónica Delgado- www.wayka.pe-08-05-2019.
Esta mañana se aprobó en primera votación la Ley de Promoción de la Actividad Cinematográfica y Audiovisual, propuesta en el Congreso de la República por el parlamentario Francesco Petrozzi. Desde el primer anteproyecto presentado por el Ministerio de Cultura en setiembre de 2017, en tiempos en que Salvador del Solar era ministro de Cultura, el tema de la ley del cine fue un caballito de batalla atractivo para varios congresistas; a tal punto que este proyecto es fruto del remiendo de siete propuetas presentadas por el fujimorismo y de Nuevo Perú sobre todo. Es más, con siete proyectos podría decirse que el cine peruano fue un campo prioritario y de interés político y económico, sin antecedentes históricos en la memoria del parlamento peruano. Todos querían su ley de cine.
Este nuevo Frankenstein de Petrozzi “rescata” fragmentos (o los “toma” tal cual) de la propuesta inicial del Mincul, que fue consensuada por la mayoría de cineastas y demás miembros de la comunidad cinematográfica: ampliar los recursos destinados al cine de 2,000 a 6,000 UIT y brindar el 40% del total para promover films en las regiones. Y mantiene también sus debilidades como proponer que esas 6000 UIT (25 millones de soles) provengan de los consensos de la Ley del presupuesto público de cada año fiscal; es decir, seguirá, como hasta hoy, dependiendo del humor de los gobernantes de turno. La posibilidad de crear un fondo autónomo para el cine, que saliera de algún impuesto o de un porcentaje de la taquilla (como sucede en otros países de la región) quedó descartado por el Ministerio de Economía y Finanzas en propuestas de años anteriores. Crear un fondo autónomo sería vulnerar en parte el sistema económico que el MEF ha decidido para la economía peruana; en tanto, la ley de cine no podía salirse de eso. El pedido de un porcentaje de las entradas de los multicines para un fondo quedó descartado hace años.
Sin embargo, pese a esta persistencia de no crear un fondo para el cine peruano, que sería clave para su sostenibilidad desde una visión de largo plazo; esta nueva ley propone incentivos fiscales. Esto consiste en que personas naturales o jurídicas puedan donar recursos a proyectos cinematográficos o audiovisuales, y a cambio puedan deducir hasta el 10% del impuesto a la renta neta que corresponde al año fiscal en que se efectuó el aporte. ¿Qué significa esto?, ¿cómo beneficiará a las productoras peruanas?
Por ejemplo, si una empresa grande como Coca Cola quiere financiar mi película y como neto anual de ingresos tuvo 100 millones de soles, me puede donar hasta 10 millones de soles, cifra que sería de gran utilidad. Pero si esta empresa en un año ha tenido ingresos por 50 mil soles, su aporte podrá ser de 5 mil. Y así al parecer la oportunidad de este tipo de donaciones dependería de las cifras de los ingresos de las empresas donantes, y de la capacidad de las productoras de contar con más donantes posibles. La ley no establece límites de donaciones por producción. Comienza, simbólicamente, una nueva era del “product placement”.
Pero lo que llama la atención en el debate de hoy dado en el Congreso es que se ha hecho notoria una visión mercantilista del cine; solo valorado en su fin comercial, y no expuesto como un vehículo de expresión diverso e intercultural, como si la finalidad misma de la ley se hubiera olvidado. Se ratificó que esta ley busca donaciones de grandes empresas, pero para multiplicar el sistema implementado de manera implícita por películas como Asu Mare. Pensar el cine como un objeto de consumo no requiere una ley propuesta por el Ministerio de Cultura, sino una norma del Ministerio de la Producción, o de la SUNAT.
El país urge de una nueva ley de cine, es innegable, pero pareciera que el fin del anteproyecto de ley presentado por el Ministerio de Cultura se hubiera desvirtuado en el camino, logrando convertir al cine y al audiovisual en objetos de consumo solamente. Más aún si no se recogieron propuestas para la creación de una escuela pública de cine o la creación de una cinemateca (no el archivo del Mincul que cambia solo de nombre como señala esta ley). Y se comprende por ello que esta ley no mencione casi a un actor importante en este circuito del cine, que es el exhibidor (los multicines). Salvo la mención de una suerte de contrato en la ley, no hay nada que lo comprometa a apoyar la permanencia del cine peruano en las salas. Hace pocos días fuimos testigos de las burlas en redes sociales ante la caída y desaparición en salas del país de Papa Youtuber mientras Avengers Edgame se imponía dramáticamente en las carteleras.
La nueva ley da plata, sí, fomentará más cantidad de películas, sí. Pero, tal vez creará una canibalización incluso, de films que aplasten a otros, al querer ganar las fechas de estrenos o salas ante el poder de las exhibidoras y sus blockbusters. Si tenemos en la actualidad treinta films al año, habrán sesenta de acá a dos años, pero sin condiciones para su distribución y exhibición. Se asegura la cantidad, pero lamentablemente no la calidad para la exhibición del cine peruano. Seguirán habiendo memes y flyers en redes sociales donde el film peruano tenga que invitar al público a asistir a las dos o tres funciones que le dejó la cadena de cines en hora de almuerzo en un lunes o martes. Por lo menos, creatividad para los memes no faltará.
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