“Dos actores se confiesan” es una obra que tiene una propuesta escénica desde el tallerismo que su director, Nicolás Fantinato, desarrolló y ha impregnado con una característica de fuertes movimientos en el escenario. En una sala muy bien escogida en Miraflores, el humor y la fuerza de los actores: un “chico” interpretado por Amando Salazar y una “chica” interpretada por Mellanie Elguera, nos confiesan la forma de todas sus dudas, miedos, fuerzas, arte y voluntades para ser actores, satirizando ni más ni menos, que a Bertold Brecht como a Hamlet y a las telenovelas con una entereza y fuerza interpretativa que no se detiene sin concesión alguna.
En ese aspecto, la obra comienza desde la advertencia interpretativa de los actores de no serlo (por parte de sus padres imaginarios y reales ciertamente, como de la sociedad: te vas a morir de hambre) y encuentran en esos golpeteos de no hablar de Brecht ante el público y en una sátira de Hamlet ante la calavera de Yorick, realizada por Salazar, que utiliza una calabaza de plástico para decirnos y hasta proponernos: ¿ser o no ser? que revierte en la pregunta de los actores para interpretarse hasta ellos mismos y que entrecruzan diversas emociones y sentimientos ante el público.
Nos encontramos frente a un teatro con una propuesta alegre y no solo de aplausos o de humor facilista en la cual el dramaturgo, Paris Pesantes, como el director y los “chicos”, los actores, confiesan todo o casi todo, en una sala que asume el riesgo de estas confesiones que no son hechas ni a lo Rousseau, ni a lo San Agustín, sino a lo que su generación y a todas las demás están viviendo, estamos viviendo, mediante una escenografía minimalista.
Inclusive el tratamiento de “la muerte de Ciro, en Arequipa” (…”yo lo empujé”…) nos ubica mediante estos diálogos que el personaje indica haberlo hecho, cuando lo actuó. De esa manera tampoco se nos deja de mostrar ese abismo que la obra presenta con la facilidad de un humor veloz y con el mismo vestuario utilizado para todas las circunstancias como en todos los diálogos y en el rompimiento de la cuarta pared que nos deja entrever una obra en escenas de profundas confesiones, efectivamente. Las líneas …” No sabía qué hacer con mi vida así que estudié comunicaciones y de ahí fue que descubrí el teatro” … son un potencial que la obra podría integrar con más de estos pensamientos, porque a través de estas, la obra nos presenta las nuestras. Después de todo, eso es el teatro. (Bruno Buendía Sialer)
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