Por: Emilio Bustamante .
YANA-WARA: EL SUPAY, PROBABLEMENTE
En una escena de “Yana-Wara”, uno de los curanderos dice que la niña está poseída por el Supay, en otra escena se precisa que es el Anchancho quien le causa dolor y la pretende. Pero las fuerzas malignas que acosan a Yana-Wara no son únicamente sobrenaturales. También la hacen víctima (lo mismo que a su abuelo) los curanderos aimaras que la mortifican, el Estado peruano hispanohablante y una cultura invasiva representada por el profesor y aludida con la frase “la letra con sangre entra” escrita sobre el pizarrón de la escuela, las autoridades de la comunidad (mayoritariamente hombres), el dios cristiano (que condena al que mata por piedad) y sus santos (cuyas estatuas presiden silenciosas el tribunal).
Como en “Wiñaypacha”, la puesta en escena es sumamente rigurosa. El empleo de la fotografía en blanco y negro, el encuadre de 4x3, el constante uso del espacio en off de donde suelen provenir voces y ruidos (algunos sobrecogedores), la ausencia de música y movimientos de cámara, dan al filme un aire bressoniano y enfatizan la austeridad de las vidas de los personajes, su falta de libertad, y su inevitable sometimiento a potencias exteriores (visibles e invisibles) que no pueden controlar y que roban sus almas, invaden sus cuerpos o los expulsan de su hábitat.
“Yana-Wara” fue codirigida por Oscar Catacora y Tito Catacora. Es la obra póstuma del primero y está dedicada a él. Es un filme de contenido social y fantástico, actual y trascendental, y de contundente estilo. Una de las mejores películas peruanas de este siglo.
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