El
inicio es crudo y contundente. Una madre muerta sobre la cama y un hijo
desesperado.Sócrates (protagonista del film) es así marcado por la
tragedia, la cual será su compañera de viaje durante el resto de la trama.Obligado
por las circunstancias, el joven mozuelo carioca deberá buscar la manera de
subsistir en una ciudad indolente, ajena a cualquier tipo de tolerancia o
caridad.
Pese
a esto, Sócrates (interpretado eficientemente por Christian Malheiros) nos presenta una actitud combativa y
emprendedora, propia de su juventud. Cada obstáculo, es así asumido con
valentía.No
obstante, tal como lo señalado al inicio, la tragedia es una constante agresiva. Una que no le da tregua alguna
al personaje.
Sin
un techo donde dormir, un trabajo que lo sustente o sin siquiera poder acceder
a las cenizas de su difunta madre, Sócrates busca evitar a como dé lugar un
reencuentro con su padre. Y es que este siempre lo ha rechazado por su
condición de homosexual.
Es
justamente ese aspecto de su vida, el que parece darle un oportuno break. Esto, tras conocer a Maicon.Luego
de un primer encuentro un tanto conflictivo, ambos muchachos desarrollan un
intenso vínculo pasional, uno que escalará de manera acelerada, haciéndonos
suponer que Maicon (Tales Ordakji) asumirá el rol de partner. Un amigo, un compañero… un amante. Aquel apoyo que Sócrates ahora tanto necesita.
La
realidad asoma nuevamente, sin embargo. Siempre implacable ante la incrédula e
impotente mirada de Sócrates.Maicon
es padre, y por tanto, no cuenta ni con el tiempo o los recursos para otra boca
más.Así
pues, cada puerta se cierra ante el protagonista. Ni siquiera su familia más
cercana lo apoya. Tal y como su padre, estos también condenan su sexualidad,
cual nefasto pecado o insana patología.
Sócrates
va perdiéndose en sí mismo. Se da una afectación en la imagen, un uso
estratégico del enfoque y desenfoque. El atribulado joven luce por
momentos como una entidad extraña y deforme, la cual se camufla con el resto
del espacio en el encuadre.De
la mano con la banda sonora, la cinta se torna cada vez más manipuladora, casi al borde de lo
tolerable. Somos así, cómplices silentes de la persistente miseria de Sócrates
y su vertiginosa caída en espiral.
Su
condición de menor le imposibilita el conseguir un empleo. El vender su cuerpo
asoma entonces como la única opción. Estuvo a punto, pero un último resquicio
de pudor y dignidad evitó lo peor.El
ineludible encuentro con su padre se da en 2 ocasiones distintas. Miedo, odio,
rechazo y violencia. En esto puede resumirse la interacción entre ambos
personajes.
Sócrates
pierde el control, como tantas otras veces. Tal vez el desespero y la
frustración. Tal vez el comer de la basura le dejó un mal sabor de boca.
Cualquiera fuera que fuera el detonante, el resultado final de dicha reunión es
el ver al padre tendido sobre el piso, sangrante, luego del brutal ataque
recibido.La
cámara permanece contemplativa, como en un inicio.Sócrates
busca ahora la redención. Como llevado por un trance, este procede a sumergirse
en el mar, junto a la caja que contiene las cenizas de su madre. Cenizas que
logro rescatar de la casa de su tan odiado padre.Su
madre fue y será todo su universo. El último bastión de normalidad y cariño
incondicional. Nunca nadie lo querrá igual. Nunca nadie lo aceptará tal y como
ella lo hizo.
Tras
el calmo y catártico momento, Sócrates emerge de las aguas. Asoma ahora el
epílogo. Aunque más parece un nuevo comienzo. El renacimiento del protagonista, forjado ya en el desconsuelo y con
la certeza de que solo se tiene a sí mismo para salir adelante.
Con
tan solo 70 minutos en su metraje, Sócrates
destaca en si misma virtud a la intensa carga emocional propuesta por el
director (Moratto) y su excelente manejo actoral.No
obstante, aquel componente esencial de desesperanza,
peca de reiterativo. Tal redundancia no da lugar a mayores giros en la
conclusión de la trama, haciéndola un tanto predecible.
Cal
y arena. Varios aciertos y el punto en contra ya señalado, son mis conclusiones
finales respecto a esta cinta.
Hasta
la siguiente función.
Diego
Mezarina.
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