[CRÍTICA: "LOS INOCENTES" DE GERMÁN TEJADA]



Por: Sayo Hurtado 

La edición 40 del FICG Festival Internacional de Cine en Guadalajara ya inició y el domingo 8 de junio se estrenó mundialmente esta producción peruana que compite por el Premio Maguey a la diversidad sexual. Adaptación de la novela homónima de Oswaldo Reynoso y ambientada originalmente en la Lima de los 50, con un grupo de jóvenes rocanroleros que provienen de ambientes marginales que los condicionan a desfogar su rebeldía a través de la delincuencia y los excesos, la opción del director Germán Tejada ha sido traer ese conflictivo mundo a la época contemporánea, con una historia que cambia el fulgor del rocanrol por la visceralidad del mundo punk que florece en el Centro de Lima y se expande por gran parte de la periferia de la ciudad.
A la vista de una primera adaptación en 1978 con el episodio "El Príncipe" del largo "Cuentos Inmorales" a cargo de Pili Flores Guerra, aquel primer acercamiento a la obra de Reynoso en el cine resultó desganado y alejado de la fuerza de personajes que, en el texto original, eran una oda a la rebeldía y al sentimiento transgresor de quienes no encuentran lugar en una ciudad que no los comprende ni tolera. Aunque en esa oportunidad se optó por llevar ese universo a los 70, el esfuerzo se quedó más en las formas y la representación de aquellos inconformes se sintió tan tibia como ajena a los motivos transgresores del libro.
Esta vez, el director Tejada ha enfocado su versión a un mundo de tintes feístas salpicado del lenguaje procaz tan característico de estos parias de la sociedad, lo que no representa un exceso en sí mismo, más si una representación cabal y realista, motivo de escándalo y alarma durante la presentación de la novela en 1961 para una Lima que no estaba preparada para aquella cruda incursión en la marginalidad juvenil.
Del grupo de jóvenes disconformes conformado por "Cara de ángel" (Diego Cruchaga Ponce De León), "El Príncipe" (Christian Calderón), "Colorete" (Joshua Salinas) , "Carambola" (Fabián Haziel) y "Rosquita" (Josué Subauste), es el primero quien toma el protagonismo, centrándose gran parte de la carga reflexiva de la trama en sus propios ensimismamientos y ensoñaciones sobre su identidad sexual, los que se proyectan en delirios visuales con mayor o menor fuerza y anclados a la insurrecta atmósfera que le rodea.
Esta perspectiva, abiertamente manifiesta por el director en más de una entrevista, actualiza una crónica tan compleja a un sentimiento de búsqueda presente en los tiempos actuales por la evidente incertidumbre que más de un joven siente al no poder definir una identidad sexual. En ese sentido, la búsqueda de "Cara de Ángel" no es forzada ni caprichosa, responde de manera natural a una inquietud que lo lleva a un viaje exploratorio por sus propios deseos y que no es ajeno a su propia generación. Sin embargo, al tomar este camino, "Los Inocentes" atomiza más el sentido general de la novela y haciendo eco de un espíritu activista en desmedro de los dilemas del resto del grupo, perdiéndose la perspectiva coral al concentrarse en la figura de "Cara de Ángel", reduciendo los conflictos originales de "El Príncipe" (demostrar su liderazgo a como de lugar) o "Colorete" (rechazo con féminas, ambigüedad sexual) para llevar todo a un clímax que simplifica los motivos de cada quien y cierra todo en un suceso de una noche.
Si bien el trabajo de ambientación acierta en los tonos de la atmósfera que enmarca el relato, el "Cara de Ángel" de Diego Cruchaga se siente más en la epidermis del personaje, más no en el despliegue de una voz interior que desnude toda su complejidad. De esa sensación queda una historia cuya fidelidad generacional se celebra, pero a la que le faltó redondear los caminos de sus observados para acercarnos más a los motivos de su propia radicalidad en lugar de buscar una lectura inclusiva que suena forzada, lo que no le quita el mérito de ser una narración que tiene frescura y desfachatez en momentos puntuales. (www.cinensayo.com).
Trailer: https://youtu.be/3l0H2O-zxrs
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