CRITÍCA DE CINE: YANA-WARA, DE OSCAR Y TITO CATACORA. ESTRENO 04 ABRIL 2024.

 

[ CINE | CRÍTICA: “Yana-Wara” ]

CALIFICACIÓN: 5/5 | Por Sandro Mairata @smairata / La República
“Una nueva obra maestra del cine peruano" - ESTRENO: 4 de abril
Sin actores conocidos, hablada en aimara y filmada en blanco y negro en formato 4:3 (cuadrado), 𝘠𝘢𝘯𝘢-𝘞𝘢𝘳𝘢 es una obra maestra del cine peruano, una joya de fondo y forma que se une a ese espacio reservado para un puñado de nombres como 𝘓𝘢 𝘮𝘶𝘳𝘢𝘭𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘦, 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘪́𝘴𝘰, 𝘊𝘢𝘯𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘴𝘪𝘯 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 o 𝘞𝘪𝘯̃𝘢𝘺𝘱𝘢𝘤𝘩𝘢. En años venideros será materia de revisión obligatoria en facultades y escuelas, y muchas páginas se dedicarán al análisis de sus múltiples y complejas lecturas. Tal es la película entre manos.
𝘠𝘢𝘯𝘢-𝘞𝘢𝘳𝘢 llega además para trazar una raya en la arena: frente al virus de la mediocridad que viene infectando el cine de Lima, obsesionado con comedias ligeras, biografías dudosas y lanzamientos oportunistas repletos de auspicios, lo mostrado desde Puno termina de reiterar que nuestro mejor cine, el memorable, el imperecedero, hoy por hoy se hace en las regiones, en la mayoría de casos en lenguas originarias. Por una cruel ironía, es este cine el que saca la cara por el Perú cosechando premios, pero es al que más se le quiere castigar quitándole incentivos.
En los Andes puneños ha sido asesinada Yana-Wara (Luz Diana Mamami), una niña de 13 años, a manos de su propio abuelo, Evaristo (Cecilio Quispe). Las autoridades comunales inician el juicio y nos enteraremos de los motivos del anciano: Yana-Wara fue violada y golpeada, a partir de lo cual comenzó a atraer a los espíritus malignos de las montañas, terminando poseída por el mal.
El gran Óscar Catacora (director de 𝘞𝘪𝘯̃𝘢𝘺𝘱𝘢𝘤𝘩𝘢) perdió la vida durante la filmación de esta película y fue su tío Tito (director del extraordinario documental 𝘗𝘢𝘬𝘶𝘤𝘩𝘢) quien terminó el filme. La unión de ambos talentos es una 𝘮𝘦́𝘭𝘢𝘯𝘨𝘦 de misterios propios: allí donde Óscar era más de sugerir, Tito es más frontal, prefiere mostrar. La hermosa fotografía de composiciones soberbias y los hilos conductores de la historia beben de elementos de Akira Kurosawa, del neorrealismo italiano y, a nivel más personal, de 𝘖𝘯𝘪𝘣𝘢𝘣𝘢, 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘦𝘹𝘰 (1964), de Kaneto Shindō, a quienes los Catacora rinden tributo desde las atmósferas de su película hasta el afiche oficial de la misma.
Envolvente en su sentido místico, 𝘠𝘢𝘯𝘢-𝘞𝘢𝘳𝘢 alcanza su clímax en una secuencia sobrenatural impactante tanto por lo que vemos como por lo que no; una lucha con demonios que se resuelve de forma magistral sin efectos digitales sino con pura pericia analógica. Siempre confrontacional, Tito nos presenta además quizá el fotograma más chocante en la historia del cine peruano y nos lo deja ahí, en la cara, por interminables segundos, para que terminemos de absorber la tragedia.
Cuánto hizo Tito y cuánto dejó Óscar son preguntas que podrán resolverse. Lo importante hoy es ver 𝘠𝘢𝘯𝘢-𝘞𝘢𝘳𝘢, que se sepa que ya está entre nosotros.

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